Las Fragas del Eume

En Galicia se le llama fraga a un bosque denso en el que cohabitan en perfecta armonía multitud de especies vegetales y en el cual apenas entra la luz, que difícilmente puede atravesar el tupido entramado de ramas y hojas de la masa arbórea. Wencesalo Fernández Flórez describió la Fraga de Cecebre, en la que está ambientada su novela “El Bosque Animado” (1943), como un lugar que «es toda vida: una legua, dos leguas de vida entretejida, cardada, sin agujeros, como una manta fuerte y nueva, de tanto espesor como el que puede medirse desde lo hondo de la guarida del raposo hasta la punta del pino más alto«. En el interior de la fraga hay un microclima especial, una humedad muy alta y una temperatura muy homogénea, que favorece la frescura y sobre todo, la vida.


Las Fragas del Eume, que albergan uno de los bosques atlánticos de ribera mejor conservados de Europa, son un ejemplo perfecto de este tipo de ecosistema y un rincón privilegiado de la naturaleza. Declarado Parque Natural en 1997, las Fragas se extienden a ambos lados del Río Eume dentro de un triángulo isósceles cuyos vértices son Pontedeume, As Pontes y Monfero, aunque también abarca parte de los municipios de Cabañas y A Capela, todos ellos en la provincia de La Coruña. El parque consta de poco más de 9000 hectáreas, en las que apenas vive gente (solo unas 500 personas), lo que da una idea de la virginidad y aislamiento de este paraje.

El río Eume

El Eume, el gran río que da nombre al parque, se adentra en el mismo procedente de As Pontes, al tiempo que sus aguas son retenidas en el encoro que lleva su nombre por una gran presa.

Luego atraviesa Las Fragas de E a O por un espectacular cañón, encajonado entre las abruptas y verticales laderas de Penas do Mel y Fisga da Cobra, las cuales llegan a tener 300 m de altura.

A continuación, pasa entre las dos centrales hidroeléctricas que se han servido de la fuerza de sus aguas para generar energía: la antigua, llamada «da Ventureira» o «da Capela«, y la Nueva, actualmente en uso.

Y finalmente, serpentea entre el espeso bosque de ribera dibujando caprichosos meandros, en los que es frenado por pequeñas represas (Santa Cristina, A Figueira, Cal Grande) y sobrevolado por tres puentes: el de Santa Cristina, ubicado bajo el Monasterio de San Juan de Caaveiro, y los colgantes de Fornelos y Cal Grande. Este tramo es rico en bucólicos y hermosos rincones, tradicionales lugares de pescadores, hoy fácilmente accesibles desde la Senda dos Encomendeiros o el Camiño da Ventureira: O Parrote, A Ceboleira, Santa Cristina, Caneiro do Convento, Pozo Chao, Redondo, A Figueira, Fornelos, Estrille, O Corvo, Pozo Benito, Avarento, Pozo Domingo, Chao Roival, Ferrerías, Os Freires, Cal Grande, Ghosende y As Cañotas.

Su vegetación

En su exuberante bosque conviven multitud de especies arbóreas, siendo el roble la predominante. Además hay castaños, pinos, abedules, alisos, fresnos, tejos, avellanos, chopos, olmos, cerezos, laureles, acebos, madroños y alcornoques. Y por supuesto, no faltan los controvertidos eucaliptos blancos (13,3% de los árboles del parque). Esta especie fue introducida en Galicia por Fray Rosendo Salvado, que envió semillas a Tuy desde su misión australiana. Por su rápido crecimiento y su utilidad en la industria maderera y papelera, son muy empleados en Galicia para la reforestación. No obstante, hay estudios que constatan su capacidad para reducir la biodiversidad de su entorno y empobrecer el suelo y su mesofauna, así como su gran propensión a propagar el fuego (el último asoló 750 hectáreas en la primavera de 2012). Aunque estos trabajos son criticados, no hace falta más que mirar bajo una plantación de eucaliptos para darse cuenta que a su sombra que no crece nada. En las riberas húmedas y sombrías de la Fraga también se conserva una amplia colección de líquenes (unas 200 especies), musgo y helechos (más de 20 especies), relictos de la Era Terciaria. Todos juntos conforman una heterogénea y espesa selva en la que cada especie ocupa su lugar.

Sus regos, fervenzas, molinos, fuentes y puentes

En el medio de este bosque umbrío corre el agua, elemento indispensable para garantizar la frondosidad del mismo. Por sus laderas bajan alegres multitud de pequeños regos en busca del Eume, que a su paso alimentan fuentes y antiguos molinos, y forman pequeñas cascadasfervenzas» en Gallego). Sobre muchos de ellos encontramos incontables pasarelas y antiguos puentes que permiten al caminante sortear sus aguas y recorrer las Fragas.

En la vertiente septentrional tenemos os Regos de Sillabreu, de Mourente, Sesín o da Mazoca, da Pena do Coto, da Laxe, de Teixido, de Morixoso, da Igrexa y da Malata.

Molino del río Sesín y puente románico de Caaveiro.

En la otra vertiente, la meridional, encontramos los Regos de Porto da Trapa, da Ferrería, de Estrille, de Cal de Viñas, de A Ferradura, do Rodeiro o da Vaca, San Bartolomé o do Parrote, de O Retorno, da Cancela, Tras do Serrón, da Teixoeira, do Abeledo, do Teixeiro, de Lioibos, das Cales, Salgueiro, Zapateiro y de Porto Oxén.

Su tesoro mejor guardado

Pero no todo es verde en Las Fragas. Escondido en lo más profundo del bosque, se alza uno de sus tesoros mejor escondidos, el Monasterio de San Juan de Caaveiro, un cenobio con más de 10 siglos de historia desde el cual se tienen unas magníficas vistas del entorno.

Su lado agreste

Tampoco le faltan a este entorno las zonas escarpadas. Bajo el Mirador de Teixido (As Trabes) se encuentra la escarpada ladera de Penas do Mel y A Pedreira, una de las mejores zonas de escalada de la provincia de La Coruña.

El techo de Las Fragas

El punto más alto de Las Fragas es el Monte Fontardión (665 m), que se alza en su extremo N, casi en el límite con la Serra do Forgoselo.

Vista panorámica norte desde la cima del Fontardión (Autor: Xan Ramírez, Club de Montaña Ferrol).

Sus senderos

Una intrincada red de senderos nos permite recorrer las Fragas, disfrutando al máximo de sus bucólicos rincones. El Parque Natural cuenta con varias rutas de senderismo señalizadas, como la Senda dos Encomendeiros, el Camiño Vello de Caaveiro, la Senda da Ventureira, la Senda dos Altos de Fontardión, la Ruta do Medievo, la Senda dos Cerqueiros, el Camiño dos Corzos, el Camiño da Pasada Vella y el Camiño de Pena Fesa.

Su clima

Y luego está el tiempo. Ese clima gallego que llevó a la desesperación a San Rosendo y fue motivo de la “Leyenda del Salmón y el Anillo”, es sin embargo el gran protagonista y cómplice de Las Fragas. Si bonito es visitarlas un día soleado, para mi es mucho más impresionante sumergirse en ellas en un día gris, con el «orballo» empapándonos silenciosamente, en el que el vapor de agua en forma de neblina se levanta suavemente desde la superficie del río y crea una aureola de misterio y fascinación.


Pues todo esto y más son las Fragas del Eume. Un lugar mágico en el que todos los árboles, sea cual sea su especie, forma y edad, tienen protagonismo, luchando y relacionándose entre ellos, entablando conversaciones como si de seres humanos se tratara y dejando juguetear a su lado a meigas y saltones duendes que uno solo puede ver con la mirada de un niño.


Descubre algunas de las rutas que se pueden hacer por este entorno en los siguientes enlaces de nuestro blog:

Rutas de senderismo por la Sierra del Forgoselo y Las Fragas del Eume y del Belelle

En bici por las Fragas del Eume