Los celtíberos lo consideraban una montaña mágica y sagrada, morada de Ojáncano, un ser maligno y monstruoso al que rendían culto. Los romanos lo temían por igual y cuentan que cuando fueron a conquistar Numancia desde Caesar Augusta, prefirieron rodear el monte a atravesarlo, para que el protector de los celtíberos no les influyera negativamente en la batalla. Según la mitología romana, era el “templo de Júpiter”, quien se enfrentó por estos lares a Caco, un gigante, mitad hombre, mitad sátiro, que le había robado el ganado. El dios descargó su furia sobre el ladrón, sepultando la cueva en la que vivía bajo millones de rocas, que al apilarse, conformaron esta hermosa montaña. Su naturaleza misteriosa se ha acrecentado desde entonces por la imaginación de las gentes que han vivido bajo sus laderas, plasmada en leyendas y fábulas llenas de superstición, en las que no faltan fantasmas, vírgenes, ánimas, rocas encantadas, brujas y niños lobo. Algunas de ellas fueron recogidas por el poeta sevillano Gustavo Adolfo Bécquer, quien paso largas temporadas en la zona y que ambientó en sus pedanías varios de sus relatos. El origen de su nombre es un enigma sin resolver. La hipótesis más probable es que deriva del latín. Los romanos lo llamaban el “Mons Caunus” o “Mons Chaunus” (monte blanco o cano), en clara alusión a su cumbre cubierta de nieve durante el invierno, que asemeja a una “cabeza canosa”. El historiador romano Tito Livio sitúa en las faldas del “Mons-Caunus” la batalla del río Queiles, en la que el procónsul de la Hispania Citerior, Tiberio Sempronio Graco, se enfrentó a las tropas celtíberas. Otra versión considera que el nombre originario era “Mons Caius”, que pudiera hacer referencia al Monte de Caio o de Caco, el semidiós castigado por Hércules, o a “Mons Cayus”, que significa “monte muy pendiente” o “de mucha cuesta”. Su condición de techo del Sistema Ibérico y de las provincias de Soria y Zaragoza, lo convierte en una de las montañas más emblemáticas de España. La sierra a la que da nombre, un cordal de 8 km conformado por 7 dosmiles, sirve de frontera natural entre Castilla y Aragón. Su gigantesca y redondeada silueta es visible a casi 200 km de distancia, desde sitios tan remotos como la depresión del Ebro, el Pirineo Occidental, la Ribera Navarra o el Campo de Borja. A pesar de su amable apariencia, alberga un precioso pero traicionero circo glaciar gestado en el cuaternario, que se ha cobrado la vida de no pocos montañeros. Por si no lo habéis reconocido ya, es el Moncayo o Pico de San Miguel (2315 m).

Para conocerlo, os propongo la clásica circular de 11,6 km y unos 800 m de desnivel positivo conocida como “sendero AG-1“, que asciende al pico por el Santuario y La Escupidera, bajando por el Collado de Castilla y Peña Nariz.


Partimos del aparcamiento de Haya Seca (1583 m), ubicado en la falda NE del Moncayo y al que se llega por una pista forestal que sube desde el Centro de Interpretación de Agramonte. Arrancamos por el camino que sale de frente, ignorando otro que sale hacia la derecha en dirección al Collado de Pasalobos y Peña Negrilla, por el que haremos la vuelta.


Tras unos 900 m en suave pendiente ascendente, en los que pasamos por la Fuente del Chorro, llegamos al Santuario de Nuestra Señora del Moncayo (1610 m), que también es albergue y restaurante, y que está ubicado al pie de una gigantesca piedra negruzca llamada “cucharón”.


En la parte alta del templo, junto a otra fuente, enlazamos con el GR-90, que por la izquierda baja hacia la Ermita de San Gaudioso y Lituénigo y de frente, por donde seguimos, sube hacia Collado Bellido y Purujosa. A los pocos metros, dejamos el GR, desviándonos a la derecha hacia el Moncayo. El nuevo sendero (AG-1) sobrevuela inicialmente el Santuario y luego asciende haciendo zetas por un denso pinar, salpicado por alguna que otra haya.




Sobrepasada la cota 1800 m, dejamos atrás el bosque y salimos a terreno un poco más despejado, por el que alcanzamos la base del Pozo de San Miguel. Esta sobrecogedora y espectacular hoya, ubicada al pie del circo glaciar más septentrional de la sierra, es conocida también como “El Cucharón”.

A partir de aquí comienza la parte más dura de la ruta: 1,8 km de subida ininterrumpida, guiada por hitos, en los que superamos más de 400 m de desnivel hasta alcanzar la cuerda. La senda se tira inicialmente hacia la izquierda, trazando unas fatigosas zetas en busca de la arista que separa el Circo de San Miguel del de Gaudioso.


Una vez en la divisoria, continuamos la ascensión, ya de forma más lineal, hasta llegar a La Escupidera. Por este nombre de “utensilio doméstico que recoge las expectoraciones” se conoce a un paso de unos 100 m de longitud y acusada pendiente lateral, que obliga a extremar las precauciones en condiciones invernales. Comienza a unos 2170 m de altitud y antes estaba señalado con un letrero que advertía del peligro de deslizamiento y caída al vacío en caso de nieve dura y hielo, pero a día de hoy se ha borrado y solo quedan unas estacas que sirven de referencia. Por desgracia, su leyenda es negra, ya que en los últimos años han sufrido en ella accidentes fatales varios montañeros. Sin nieve no supone mayor problema, aunque toda precaución es poca.


Superado el trago y con un brusco giro a la izquierda, nos alejamos del abismo y sobrevolamos el Circo de Gaudioso para alcanzar la cuerda en el Alto del Collado de las Piedras (2259 m), que está coronado por un gigantesco hito cónico.

Por allí pasa una agradable senda cimera que tomamos hacia la derecha, pasando por el Cerro de San Juan (2282 m) y el Collado del Alto de las Piedras (2256 m).



Desde éste último afrontamos la subida final al Moncayo o Pico de San Miguel (2315 m). Su cima es una vasta meseta con poca gracia, pero grandes vistas que abarcan hasta Los Pirineos.



A día de hoy, la cumbre está “adornada” por 5 elementos: una minúscula capilla dedicada a San Martín, dos monolitos, uno de los cuales soporta la figura de la Virgen del Pilar sobre la Cruz de Santiago, un vértice geodésico y un gigantesco vivac.




El descenso lo hicimos por la empinada cara O hasta el Collado de Castilla o de Pasalobos (1949 m).

Desde allí continuamos bajando en dirección N por el Barranco de Agramonte (también llamado “de Valdiez”), bajo la falda O de Peña Negrilla (o “Moncayo de Castilla”).


Tras unos 700 m, en un desvío señalizado por un gran hito y una baliza, giramos a la derecha para atravesar el largo canchal que tapiza la ladera N del Moncayo, en el que nos asomamos a Peña Nariz (1840 m), un buen mirador de las tierras aragonesas.





La última parte del sendero discurre por el bosque de Haya Seca, poblado por pinos, hayas y algún que otro tejo y acebo.


Descubre más detalles acerca del recorrido y de la zona en los siguientes enlaces de nuestro blog y de Wikiloc:
Pico Moncayo desde Haya Seca Circular (subida por el Santuario y La Escupidera y bajada por el Collado de Castilla)
La ruta en Wikiloc
Me ha encantado tu introducción, Evaristo
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