Rutas de senderismo y alpinismo

Las Hoces del Río Tajuña: territorio del Buitre Leonado y el Águila Real

El protagonista de nuestra ruta de hoy es el Río Tajuña, que tiene el honor de ser, con 254 km, el segundo río más largo de la Cuenca del Tajo, solo superado por el titular de la misma. Nace en la Fuente del Carro (Clares), cerca de Maranchón, y su cauce discurre en dirección SO por las provincias de Guadalajara y Madrid. A la altura de Titulcia, entrega generosamente sus aguas al Jarama, unos 20 km antes de que éste haga lo propio con el Tajo. A lo largo de su curso, el Tajuña alberga varios ecosistemas de enorme valor. Esta semana nos hemos ido a conocer uno de ellos, las Hoces por las que el río serpentea antes de llegar al Embalse de la Tajera. No son las únicas, ya que hay otras, quizá incluso más conocidas, entre Luzón y Anguita, pero son un paraje natural realmente espectacular.

Partimos de Abánades (1039 m), un pequeño pueblo guadalajareño perteneciente a la Comarca de Molina-Alto Tajo, ubicado a la vera del Tajuña. Las primeras referencias históricas del mismo datan del S.XIV, cuando estaba incluido en la jurisdicción de Medinacelli. La zona en la que se asienta, al N de La Alcarria y del Parque Natural del Alto Tajo y al S de Sigüenza, se conocía antiguamente como Sierra del Ducado. Entre su patrimonio destaca la Iglesia Parroquial románica de San Pedro (Cátedra de San Pedro en Roma), que data del S.XIII aunque fue reconstruida en el XVI, y la Ermita de Nuestra Señora de las Mercedes (año 1859).

Aunque la ruta se puede empezar en un aparcamiento que hay en el lateral de la carretera GU-928, junto al desvío hacia el Paraje del Picarón, nosotros preferimos salir desde el pueblo. Aparcamos en un merendero a la orilla del Tajuña, al que accedimos desviándonos antes del puente, por la derecha del letrero que anuncia el municipio. Arrancamos por un camino vecinal que, tras pasar bajo una bonita acequia, discurre primero a la vera del río y luego hace una curva entre los huertos de La Muela para llegar al Paraje del Picarón.

Obviando por la derecha la puerta del cuidado complejo de turismo rural, continuamos pegados a la tapia del mismo bajo una imponente chopera. Al llegar al Molino del Picarón, o Antiguo Molino Quemado, nos encontramos otra puerta del centro cerrada con candado. Por la derecha de la misma, el camino da paso a un estrecho sendero que sigue paralelo al muro hasta el final de la finca.

Frente a la puerta O del recinto retomamos el sendero, que a partir de ahí serpentea por un espeso bosque de ribera poblado por quéjigos, majuelos, barbadejos, saucos y fresnos, entre los que apenas se deja ver el río. Pasadas unas curiosas ruinas que hay bajo las paredes calizas de la Boca del Sargal, el río traza un meandro hacia el S, en el que nos topamos con una pequeña represa. De ella parte un caz, al que acompañamos hasta llegar a la antigua piscifactoría por él alimentada, conocida como el “Antiguo Truchero“. Primero pasamos sobre las viejas piscinas y luego por las abandonadas instalaciones ubicadas en una amplia pradera, vestigios de la fuente de recursos que otrora fue este río.

Al pie del Cerro de Peñalba, desembocamos en un camino ancho. Por la izquierda hay un puente, pero nosotros seguimos de frente sin cruzar el río. Por delante, el tramo más cómodo de la ruta, unos 2,7 km en los que pasamos por otras piscinas de la vieja piscifactoría y transitamos plácidamente a la vera del Tajuña, al que merece la pena asomarse de vez en cuando.

Bajo la ladera de Las Hoyas, coincidiendo con unos pequeños saltos de agua, el camino se torna en una senda estrecha, por la que progresamos en dirección a las paredes calizas del margen derecho del cañón. 

A los 600 m enganchamos de nuevo con un camino al uso, por el que giramos a la izquierda para llegar al Molino Cuadrado. Conocido también como “de la Julia“, el viejo molino está ubicado al pie de la ladera de La Lastrilla y es propiedad de la Familia Barbas, como indica un letrero que hay sobre su puerta. La casa se ve cuidada y con signos de actividad vital.

A partir de ahí no hay sendero como tal y hemos de progresar atrochando en diagonal por la térrea ladera N del cañón hacia el cerro que vemos enfrente. Se sube bien, pero hay algún tramo algo expuesto en el que hay que tener cuidado de no resbalar.

La vistas de las Hoces desde la cima del cerro (1059 m) es majestuosa, sobre todo si descendemos unos metros por la ladera hasta alguno de los promontorios rocosos desde los que se ve el río. Si no se tiene vértigo, merece la pena. Las verticales paredes calizas del cañón, excavado a lo largo de millones de años sobre depósitos terciarios, son morada del buitre leonado, el águila real y el alimoche. Si uno tiene paciencia, es fácil de ver alguno dibujando armónicos vuelos al tiempo que otean sus posibles presas.

Aunque la senda sigue hacia la Hoz de la Tomellosa y la cola del embalse, nosotros lo dejamos aquí, volviendo sobre nuestros pasos a Abánades.

Descubre más detalles acerca del recorrido y de la zona en los siguientes enlaces de nuestro blog y de Wikiloc:
Hoces del Río Tajuña desde Abánades
La ruta en Wikiloc

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