Tejo Milenario de Barondillo por la Presa del Pradillo y el Puente de la Angostura desde el Área Recreativa La Isla

FUENTE DE INFORMACIÓN: Cartografía del Instituto Geográfico Nacional, visor Iberpix 4.
FOTOGRAFÍA: iPhone 11 Pro.
ZONA: Valle Alto del Lozoya, Sierra de Guadarrama, Madrid.
DESDE: Área Recreativa La Isla, km 31,700 de la M-604 (1245 m).
CERCA DE: Rascafría, Oteruelo del Valle, Alameda del Valle, Pinilla del Valle.
ÉPOCA: noviembre de 2021.
TIPO DE RUTA: circular.
NIVEL DE DIFICULTAD: bajo.
Datos descargados de GPS iPhone 11 Pro: Longitud: 14,8 km. Desnivel acumulado positivo: 399 m. Desnivel acumulado negativo: 399 m. Cota máxima: 1635 m. Cota mínima: 1245 m. Tiempo empleado: 5 h 52 min (con calma y paradas para sacar fotos y marcar waypoints). Tiempo en movimiento: 3 h 26 min.
MATERIAL: GPS, senderismo.
AGUA: no hay fuentes. Se cruzan los arroyos del Paraje, de Valhondillo, de las Zorras, de los Pinganillos y del Cancho de la Zorra.
TIPO DE FIRME: sendero, pista forestal.
SEÑALIZACIÓN: no.

ITINERARIO:
Área Recreativa La Isla (km 31,700 de la M-604) – Restaurante Pinosaguas – Presa y Embalse del Pradillo (1266 m) – Colada del Camino de las Vueltas – Puente de la Angostura – Pasarela sobre el Arroyo de Valhondillo (I) – Arroyo del Paraje – Pasarela sobre el Arroyo de Valhondillo (II) – Raso del Baile – Tejos de Barondillo – Barranco de Valhondillo – Pasarela sobre el Arroyo del Valhondillo (III) – Desembocadura del Arroyo de Valhondillo en el río de la Angostura – Embalse y Presa del Pradillo – Restaurante la Isla – Puente sobre el río de la Angostura – Área Recreativa La Isla.

Descárgate la ruta y accede a más información (mapas, waypoints, altimetrías, fotos) en el siguiente enlace de Wikiloc:
Tejo Milenario de Barondillo por la Presa del Pradillo y el Puente de la Angostura desde el Área Recreativa La Isla

EL ENTORNO:
Descubre más acerca de la zona en los siguientes enlaces de nuestro blog:
El río Lozoya
La Sierra de Guadarrama

LA RUTA:
La ruta de hoy es una circular entre el Área Recreativa La Isla y el Bosque de Tejos de Barondillo, subiendo por el Puente de la Angostura y bajando por el Barranco de Valhondillo.

Partimos del Área Recreativa La Isla (km 31,700 de la carretera M-604). Dejamos el coche en el aparcamiento del Restaurante Los Claveles, el primero que nos encontramos pasadas Las Presillas viniendo desde Rascafría. Arrancamos por un camino que, paralelo a la carretera, conduce a los otros dos restaurantes con los que cuenta esta zona recreativa, el de Pinosaguas y La Isla. Un panel explicativo nos informa de que nos adentramos en el Valle de la Angostura, por el que corre el arroyo del mismo nombre, que aguas abajo, tras recibir por la derecha al Aguilón y por la izquierda al Umbría, pasa a llamarse río Lozoya.

Pasado el Pinosaguas, dejamos a la izquierda un puente (que conduce al Restaurante La Isla y por el que luego volveremos) y continuamos de frente paralelos al río hasta la Presa del Pradillo (1266 m). Este antiguo dique retiene al Arroyo de la Angostura en un precioso embalse rodeando por un denso pinar. El agua se precipita enérgicamente sobre el muro dando lugar a una ancha y espectacular cascada, cuyo caudal varía en función de la época del año. En otros tiempos, la energía de este salto de agua alimentaba la antigua fábrica de luz de Rascafría, fuente de electricidad para los pueblos del Valle del Lozoya.

Dejamos atrás el embalse y seguimos por un sendero que sube suavemente por el margen izquierdo del arroyo. Un poco más a la derecha discurre la Colada del Camino de las Vueltas (PR-M25), una vía pecuaria ancha y más fácilmente transitable por la que también podríamos ir, pero es más bonito ir pegado al cauce del río disfrutando de sus bellos rincones.

Tras poco más de 1 kilómetro, desembocamos en la colada, por la que después de una bifurcación en la que seguimos por el ramal de la izquierda, llegamos al Puente de la Angostura.

Este antiguo puente de piedra, que cruza el río que le da nombre aprovechando un estrechamiento de su cauce entre dos paredes graníticas, es uno de los más hermosos de la sierra. Fue construido en el S.XVIII por expreso deseo de Felipe V, con el fin de facilitar su desplazamiento en carruaje desde su residencia de la Granja de San Ildefonso hasta el Monasterio de El Paular. Su arco de seis metros de luz de mampostería sin labrar está apoyado en los propios taludes de piedra berroqueña que encajonan el arroyo.

Al otro lado, la pista se bifurca. La Colada del Camino de las Vueltas (balizada con las siglas RV1) sigue por la derecha, remontando el río hasta su nacimiento en la zona de confluencia de los arroyos de las Cerradillas, de las Guarramillas y de la Laguna de Peñalara. Nosotros seguimos por el ramal de la izquierda, ignorando un sendero que arranca pegado al arroyo. La pista, con algo más de pendiente a partir de este punto, asciende por la umbría del Pinar de los Belgas, entre altos ejemplares de pino silvestre salpicados ocasionalmente por algún que otro acebo.

Haciendo un par de revueltas, cruzamos por dos veces el Arroyo de Valhondillo (por sendas pasarelas de cemento) y el Arroyo del Paraje.

Un poco más arriba, a la altura del Raso del Baile, giramos a la izquierda en una bifurcación para afrontar el último largo hasta el paraje de Los Tejos de Barondillo. Se trata de una zona de bosque ubicada en la falda N de la Loma de Pandasco, a la vera del Arroyo de Valhondillo o de Barondillo, donde se concentran varios ejemplares de este tipo de árbol. La inmensa mayoría están en el margen derecho del río, por lo que hay que cruzarlo para verlos, aunque en la otra orilla se puede ver algún ejemplar joven. La pista muere aquí, aunque se continúa con un sendero que remonta el barranco en busca de Cabeza de Hierro Mayor.

El Tejo

El tejo común o tejo negro (Taxus baccata) es un árbol originario de Europa occidental, central y meridional. Se caracteriza por tener un crecimiento muy lento y una vida muy larga, que se puede extender hasta los 5000 años. Puede llegar a medir de 10 a 20 m de alto y su tronco puede alcanzar los 4 m de diámetro. A diferencia de otras coníferas, sus hojas son suaves y amables al tacto. La lentitud de su desarrollo y germinación lo convierten en una especie poco competitiva que va quedando relegada a enclaves donde la topografía le favorece. En el caso de España, es difícil verlos, ya que su presencia queda restringida a las zonas de umbría de los sistemas montañosos septentrionales. Actualmente, los tejos son muy apreciados por su belleza en horticultura ornamental y por la calidad de su madera en ebanistería y marquetería. Antiguamente, se utilizaron mucho para fabricar arcos de guerra por su extraordinaria flexibilidad y durabilidad.

Pero lo más atractivo del tejo es que siempre ha sido un árbol de una simbología contradictoria, ya que por un lado se asocia a vida eterna y sabiduría, y por otro a destrucción y a la más espantosa muerte. A vida por su fortaleza y gran longevidad, que hizo que los celtas lo vieran como un árbol sagrado y místico, símbolo del tránsito a la reencarnación; que los cristianos lo plantasen en cementerios e iglesias rurales; y que los druidas irlandeses lo empleasen contra el embrujo de hadas y hechiceras en ceremonias mágicas. A vida también por sus supuestas propiedades curativas. En la antigua Roma, el emperador Claudio ya lo recomendaba como antídoto para algunas mordeduras y en el siglo XVIII era considerado antirreumático, antimalárico y abortivo. De sus hojas se obtienen hoy dos compuestos químicos precursores del paclitaxel o taxol, un potente agente anticancerígeno. Pero el tejo también es sinónimo de muerte, no en vano era conocido entre griegos y romanos como “el árbol de la muerte” debido a su toxicidad. Toda la planta es venenosa a excepción del arilo (la escama carnosa, blanda y roja, abierta en el extremo, que recubre el fruto o semilla), ya que contienen taxina. Esta sustancia tóxica, mezcla de alcaloides, tiene un efecto cardiotóxico y puede provocar arritmias mortales. El veneno obtenido a partir de sus hojas y corteza se ha utilizado con éxito con fines suicidas a lo largo de la historia, por ejemplo, en muchas poblaciones del norte de España. Julio César ya comenta en el sexto libro de De Bello Gallico (año 51 a.C) el suicidio del jefe Catuvolcus mediante la ingestión de una infusión hecha con corteza de tejo. En 1836, la revista médica The Lancet publicó el primer caso de muerte por ingestión de hojas de tejo. Esta mala fama ha motivado también que a ningún pastor se le ocurriese echar una cabezada a la sombra de estos árboles.

A buen seguro, la naturaleza contradictoria de este maravilloso árbol ha sido la responsable de que recientemente fuese inmortalizado en el cine como protagonista de Un monstruo viene a verme (2016), una película hispano-británico-estadounidense dirigida por Juan Antonio Bayona, basada en la novela del mismo nombre de Patrick Ness (2011), y protagonizada entre otros por Lewis MacDougall,  Liam Neeson, Felicity Jones y Sigourney Weaver. En ella, un tejo milenario (El monstruo) guía al protagonista (Connor) a liberarse de la culpa, el castigo, la angustia y el dolor, y a entrar en el mundo de la comprensión, la compasión, la serenidad y el amor.

Saltando de piedra en piedra, vadeamos el arroyo y enseguida encontramos un ejemplar de gran porte con la señal de “árbol singular” a sus pies. Se trata del Tejo de la Roca, llamado así por crecer sobre un roquedo en una zona empinada que sobrevuela el sendero.

Pasado éste hay otro, cuyo grueso tronco se agarra a la pendiente con unas enormes raíces que sobresalen de la tierra cual tentáculos de un pulpo gigante.

Un poco más adelante, podemos ver un par de tejos de troncos más longilíneos y estriados con una curiosa oquedad en su interior.

Y justo detrás, la joya de la corona, el Tejo Milenario de Barondillo, un soberbio ejemplar de tejo común (Taxus baccata), conocido también como Tejo del Arroyo de Valhondillo por estar situado a la vera de este afluente del Lozoya. Se cree que fue plantado sobre el año 500 +/- 300 d.C., lo que supone que tiene una antigüedad que ronda los 1500-1800 años. Esto lo convierte en el ser vivo de más edad de la Comunidad de Madrid y en uno de los más viejos, sino el que más, de la Península Ibérica. Según el Decreto 18/1992, está incluido en el catálogo de “árboles singulares de la Comunidad de Madrid” con el nº 239. Ubicado a unos 1620 m de altitud, está actualmente protegido por una valla perimetral que pretende evitar inoportunas pisadas que amenacen su longevidad. Su hueco tronco de leñosa corpulencia, que soporta una copa de unos 15 m de anchura, tiene unos 3 m de diámetro, 8 m de altura y un perímetro de más de 9 m que crece a razón de 37 cm/año. En los últimos años se le han realizado múltiples podas saneadoras, pero actualmente goza de buena salud.

En vez de volver por el mismo camino, continuamos por una senda estrecha pero bien definida que desciende por el margen derecho del barranco. Al principio de la bajada, nos topamos todavía con algún que otro primo del tejo milenario que también peina canas.

Después vadeamos sin mayor problema dos afluentes del Valhondillo, los arroyos de las Zorras y de los Pinganillos, entre los cuales encontramos un pequeño acebal.

Un poco más abajo, cruzamos por dos veces la pista de la ida antes de pasar al otro lado del río por una pasarela de madera.

A partir de ahí, nos alejamos del Barranco del Valhondillo para dirigirnos de nuevo al Angostura por un sendero peor definido que sale a mano derecha. Alcanzamos el río en el punto en el que recibe las aguas de un caudaloso Valhondillo, que vadeamos con cuidado de no resbalar.

Paralelos al nuevo río, terminamos por desembocar en un sendero más ancho por el que, tras cruzar el Arroyo del Cancho de la Zorra por otra mini-pasarela, llegamos a la cola sur del Embalse de la Presa del Pradillo.

La senda continúa bordeando por el E el embalse, que en esta colorida época otoñal nos dejó preciosas estampas dignas del más bello paraje pirenaico.

Pasada la presa, atravesamos un par de zarzos y cruzamos el río de la Angostura por el puente que hay junto al Restaurante La Isla. Al otro lado, enlazamos con el camino de la ida, por el que regresamos al coche.

Desde el punto de vista técnico, el recorrido carece de dificultad, con la salvedad de los vadeos de los arroyos, que pueden complicarse en función del caudal de los mismos.

En resumen, una clásica de senderismo por la Sierra de Guadarrama que accede a uno de sus tesoros mejor guardados, la reserva de tejos milenarios de Barondillo. Una ruta preciosa y fácil, con muchísima agua y que al enorme atractivo de conocer a uno de los seres vivos más viejos de España, añade el de pasar por el antiguo Puente de la Angostura, y por la Cascada y el Embalse del Pradillo.