Cuentan que, antiguamente, los pastores recibían la comida como parte de su salario. En los meses de primavera y verano tenían incluida la merienda, ya que el ganado pastaba hasta bien entrada la tarde. Al llegar el otoño, las horas de luz disminuían y se les quitaba la merienda del jornal, dado que se retiraban antes para cenar en casa. El momento del cambio coincidía con que en el suelo brotaban unas pequeñas pero preciosas flores lilas, a las que los pastores, por asociación, comenzaron a llamar “quitameriendas”. El nombre puede variar según la región de España, pero siempre manteniendo la misma idea: “merendera” o “alzameriendas” (Castilla-León), “escusameriendas” (Aragón), “merendeira” (Galicia) o “espachapastores” (La Rioja). La planta en cuestión es la Merendera montana o Colchicum montanum, también llamada vulgarmente, aparte de “quitameriendas”, “chuchameles”, “lirios de otoño” o “estrella de tierra“. Es una pequeña planta liliácea y bulbosa, emparentada con el azafrán. La flor tiene 6 tépalos libres hasta la base, 6 estambres y 3 estilos. Toda la planta es tóxica, ya que contiene colchicina, un alcaloide que, a dosis terapéuticas, se emplea para el tratamiento de los ataques de gota y la artritis gotosa. Las Merenderas lo producen con fines defensivos, ya que les libra de ser ingeridas por los herbívoros.
Personalmente, son unas flores que me encantan. Suelo encontrármelas durante mis rutas en zonas de alta montaña, lo cual es posible gracias a que se adaptan muy bien a suelos pobres y secos, así como a condiciones climáticas extremas. Para mí son un ejemplo de que hasta en la adversidad y en los ambientes más hostiles, es posible ver despuntar la belleza, un pequeño milagro en el desierto.


Sin embargo, para mi sorpresa, comencé a ver estas flores brotando también en primavera, lo cual no hacía honor a su nombre coloquial. Y metiendo la pata hasta el fondo, las describí como “quitameriendas” en las entradas del blog de mis rutas estivales. La explicación es sencilla: no se trata de la misma planta. Hay al menos otras dos parientes de las Merenderas que nos pueden llevar a confusión: los Crocus y los Cólquicos.
Los Crocus (Crocus nudiflorus) abundan en bosques caducifolios y sus lindes, sobre todo en hayedos, robledales y quejigales. Tienen también 6 tépalos, pero sólo 3 estambres y 1 único estilo, cuyo estigma, de color amarilo intenso, está característicamente ramificado. Sus estigmas al igual que los de su congénere Crocus sativus (habitual en la gastronomía mediterránea que llega a cotizarse a 3000 €/kg) han sido utilizados como sustituto del azafrán para condimentar y colorear algunos alimentos. De ahí que a los Crocus se los conozca también como “Azafrán silvestre” o “falso azafrán“.




Los Cólquicos (Colchicum lusitanicum) son algo más difíciles de ver en montaña. Tienen varias similitudes con las Merenderas: pertenecen a la familia Liliaceae (los Crocus nudiflorus pertenecen a las Iridaceae), tienen también 6 tépalos, 6 estambres y 3 estilos, y contienen colchicina. Y algunas también con los Crocus: tienen tallo y apetencia por los ambientes húmedos (prados, bosques de ribera, fondos de valles y umbrías). Es muy típico en los Cólquicos que de un solo bulbo surjan un grupo numeroso de flores.




¿Cómo distinguir unos de otros?
Sin ser expertos en botánica, podemos distinguir unos de otros con algunos trucos o pistas. Fallaremos alguna vez, pero otras muchas vamos a acertar. Las más fáciles de distinguir son las Merenderas, ya que, a diferencia de las otras dos, carecen de tallo, es decir, los tépalos arrancar directamente del suelo. Entre las que tienen tallo, la coloración de sus tépalos ayuda a distinguirlos: violeta y homogéneos en Crocus y rosa claro con esfumaciones blanquecinas (similar a un ajedrezado difuso) en Colchicum.



